lunes, 26 de marzo de 2012

Carta de Lectores, 6 de febrero de 2007.


El tema de los cuida-coches y los "limpiaparabrisas humanos" de las esquinas representan una cuestión que los poderes públicos temen abordar con madurez. Vinculan la tarea con la marginalidad y con una necesidad de sustento de quienes la ejercen, cosa que puede ser cierta en algunos casos. Pero el "dejar hacer" del Estado conlleva peligrosas derivaciones de una actividad sin ningún control. Me ocurrió a mí el año pasado en la zona de Oroño y Pellegrini, dominada por decenas de adolescentes y adultos que lavan parabrisas, cuidan coches o piden una moneda. El haberle dicho "no" a un hombre de alrededor de 50 años cuando me abordó para cuidarme el auto significó que. al retirarme del lugar, el sujeto me increpara y a su vez, auxiliado por dos o tres jóvenes, intentaron boquear mi salida, arrojando agua sucia con jabón en el parabrisas. No tenía obligación de pagarle, a no ser que el precio significara un peaje para no agredirme. (...) Menores trabajando junto a mayores, en ocasiones familias enteras, organizan el tránsito en lugares de alta concentración de público (¿no es que la Municipalidad tiene el poder de policía en estas cuestiones?). (...) Sin identificación alguna aparecen y desaparecen de las cuadras con el dolo objeto de recibir un dinero, que en algunos casos es tarifa fija. Estas actividades no pueden considerarse un micro-emprendimiento, y ni siquiera un recurso económico para sectores marginados, ya que vulneran los derechos de otros ciudadanos. El servicio que se ofrece no responde a las necesidades del usuario: es compulsivo, violento y de alto riesgo para el conductor (...).
Extraído del libro Hay un niño en la calle, de Marcos A. Urcola

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