jueves, 29 de marzo de 2012

Carta de Lectores, 2 de abril de 2007.


¿Cuándo se acabará el tema de la inseguridad? El domingo pasado por la noche me encontraba con dos amigos tomando un café en la heladería Esther, de Pellegrini y Laprida. Fui en auto, y lo estacioné a escasos metros de las mesas dispuestas en la vereda de dicho negocio. El cuida-coche de rigor se acercó al auto mientras yo descendía y me `preguntó´ si me lo cuida (¿?). Obviamente siempre corresponde un sí como respuesta, toda vez que que lo contrario implicaría un eventual daño a mi auto. Además, suelo abonar el “peaje” de estacionamiento que poseen estos individuos en las calles de Rosario, tal vez la empresa que mayor ingreso por estacionamiento tenga en la ciudad. Una vez sentados disfrutando de una charla, y luego de esquivar en más de una oportunidad el “manoteo” de mi celular por chicos que se acercaban a pedir moneditas, uno de quienes me acompañaba nota que el que “cuidaba” mi auto estaba al interior del mismo. (...) Yo confiado en que no podía ser tan imbécil de robarme estando tan cerca, me quedé observándolo. Al rato, luego de merodear, me descuido un instante, y en ese momento es que abre la puerta del auto, se mete por detrás buscando algo para robarse. (...) Le grito y corro al auto, momento en el cual el imbécil sale corriendo también. Este fue el corolario de un café en la avenida más concurrida de Rosario. ¿Qué debo hacer? ¿Debo seguir contribuyendo a esta organización estratificada? ¿O debo apiadarme de este enfermo? Y los interrogantes seguirán hasta encontrarme con una sola respuesta: o ellos o yo (mi propiedad, mi vida, derechos humanos también, etcétera). La respuesta es obvia. La ausencia del Estado, también.
Extraído del libro Hay un niño en la calle, de Marcos A. Urcola

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