(...) Dos chicos que piden en la calle abandonan, por un instante, el injusto trabajo y ocupan la mesa del centro. El personal del bar de Oroño y Jujuy, con sonrisas en sus rostros y un brillo especial en sus miradas, les obsequian chocolatadas y facturas. Desde mi mesa, en el fondo, observo el fantástico gesto y agradezco por presenciar semejante acto de bondad y solidaridad. Y grito para mis adentros: ¡No todo está perdido!
Extraído del libro Hay un niño en la calle, de Marcos A. Urcola
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